1.7.10

Fiesta

- Mejor de lo que esperaba - pensó acercando el vaso a su boca y observando a la muchedumbre por encima del mismo. Hasta ese momento aquella fiesta en conmemoración de quien-sabe-que-pero-a-él-que-le-importaba era, al menos, entretenida, mejor que andar en pantuflas por su casa esperando un milagro o un amigo que se acordara. Y si hasta ese momento era entretenida, notar su presencia allí la había vuelto, sin duda, interesante. Entonces decidió acercarse:

- Que situación incómoda - dijo asomándose por su espalda y apoyándose despacio en su hombro, quizás porque quería tocarla, quizás porque había tomado demasiado. - No se porqué lo decís - atinó a expresar con el relajo típico de la evasión femenina falta de interés.

Fue así como comenzó. Ella sabía que una respuesta tan estúpida como esa alcanzaba para llevarlo a pensar las estupideces más grandes porque él era, en definitiva, un estúpido. Los dos habían ido solos, y pensaban que era por elección propia. La verdad es que no recordaba si realmente tenía a alguien con quien ir, pero tenía la certeza de que ella sí, razón suficiente para no hacer alusión al tema.

- Nunca te llevaste el vinilo de Gainsbourg, todavía lo tengo… Cuando quieras pasa y te lo devuelvo - la charla se mantuvo durante tres horas. Siempre desviando la conversación hacia temas que a las claras la incomodaban, nunca la presionaba lo suficiente. Daba un paso atrás cuando estaba por acorralarla, lo cual ella siempre había interpretado como cobardía, él afirmaba que era por cariño.

- No se que voy a hacer ahora. Tengo que buscar algo, porque sino no pago las cuentas… Ya veré.

- ¿Tu novio no te invitó a vivir con él?, aunque sea hasta que te arregles, digo - era la oportunidad perfecta para saber que había pasado.

- No, eso es más complicado… -. Si repreguntaba se iba a dar cuenta que quería saber más sobre el tema, así que se precipitó de nuevo sobre tópicos incómodos: - Tengo un cuarto libre, si lo querés es tuyo…

Esta vez no pensaba dar un paso atrás, pero a los indecisos y cobardes suele pasarles que, además de ser como son, tienen mala suerte. Al discjockey le pareció una buena idea pasar música más alegre y ‘bailable’ y evadiendo de nuevo el tema lo arrastró a la pista con la esperanza de que se retracte como siempre había hecho y se aferre a la barra con un gin tonic en la mano, mientras ella dejaba pasar el tiempo suficiente para que se olvide de su propuesta o desista de reiterarla. Pero esta vez no podía darle el gusto. Bailaron hasta que la música se apagó.

Salieron al mismo tiempo que el sol, la ayudo con la cartera mientras se ponía el saco e intentó preguntar nuevamente: - ¿Entonces querés…?.

- Vení, vamos. Hace frío.

A pesar de eso, volvieron caminando. Los besos empezaron en la escalera y por un momento ambos pensaron que no iban a parar nunca. Se despertó a las tres de la tarde cuando ella cerró la puerta de entrada, salió de la cama de un salto para ir a buscarla pero ya no estaba.

Cuando se acostó nuevamente, miró el reloj y pensó: - Las 7… todavía me queda una hora.

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Para compensar el tiempo que pasó desde la última publicacion, les dejo un video de yapa:

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