27.8.09

Hogaño


Una vez lo conocí. Yo era chico, muy chico. Ni siquiera vi su cara, pero no me caben dudas, fue por su culpa que sufrí ese gran trauma, porque la biología y el cuerpo nada saben de categorías inventadas, de ‘acuerdos’ entre hombres. Solo los entendemos cuando nos chocamos con ellos.

Todos nos cruzamos con él en esa ocasión para que después, desaparezca. Sigo volcando esfuerzos en una búsqueda a la que ya todos renunciaron (¡y que solo me siento!) esperanzado en que, cuando lo encuentre todo vuelva a la normalidad, que ya no hayan cicatrices.

A veces, cuando me encuentro corriendo atrás suyo me doy cuenta de la verdad. Esta es que él es aún más efímero que la palabra que lo nombra porque esa, al menos, puedo escribirla… y que perdure.

Pero el ahora…

2.8.09

Ni es cielo...

Una noche se acostó en el pasto a mirar las estrellas. Aquella inmensidad era casi tétrica para él, como lo es para todos nosotros. Repentinamente vio como uno de aquellos lejanos astros se apagaba y supo que, en realidad, esto había ocurrido con certeza antes que él mismo naciera. Este fenómeno, recién aquella noche se exponía a su vista.

Cuando finalmente se levantó y mientras se dirigía al interior de su casa, vio como el resto de ellas también comenzaban a apagarse. Primero, una por una… luego, de a cientas.

Los científicos discutieron este suceso varios días (en realidad varios años, pero lo que importa es el tiempo que tardó nuestro héroe en descubrirlo) cuando se dio cuenta que, en realidad, todas ellas habían dejado de emitir su luz hacia nuestro cielo hace algunos millones de años y que incluso, ¿quien puede tener la certeza?, quizás estábamos solos en este universo desde el mismo momento en que aparecimos en él.