28.2.10

Nombres propios

“A pesar de todo, el mundo sigue girando”, pensaba nuevamente el Sr. Armiñan, en tanto uno puede preguntarse si era nuevamente o nunca había dejado de pensarlo desde la muerte de su esposa, Fátima.

Exiliado de su propio cuerpo, caminaba por Buenos Aires sintiendo ser el loco de Piazzola, mientras el viento agitaba su sobretodo en aquella esquina de 9 de Julio y Lavalle. Ese lugar encerraba recuerdos que nada tenían que ver con ella, pero que tenían relación directa con todo, absolutamente todo lo demás.

Tomo una bocanada de aire, subió a su auto y aceleró rumbo al sur. Al día siguiente, Clarín y La Nación lo anunciaban: Armiñan se había estrellado, adrede se estimaba, contra un bandoneón justo antes de llegar a Avellaneda.


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