
- ¿Quién me manda a jugarme mi ego en un partido de cartas?. - Se preguntaba repetidas veces y cada vez que lo repetía se acercaba más a darse cuenta que el problema del ego alto, es que cualquiera puede tirarlo al piso.
- Truco.
- Quiero retruco.
- Quiero Vale Cuatro.
Tiró las cartas porque hay cosas que dependen de la suerte y cosas que dependen de la voluntad. Cuando se dio cuenta de eso la impaciencia se adueño del sosiego y la inquietud se volvió, desde entonces y para siempre, una fundamental de su estado de ánimo. Levantó el mazo, mezcló, repartió apresuradamente las cartas, y antes de llegar a verlas, ya había perdido la siguiente mano.